NOCHEBUENA DE 2022
Millones de personas en hogares, en coros, templos y auditorios cantan el célebre villancico “Noche de Paz, noche de Amor” que alienta la esperanza de un mundo en paz y armonía. En este día de recogimiento y espiritualidad se registraron ataques en Kiev y en diversas regiones ucranianas, en las que numerosos fieles rezaban y cantaban con ansias de paz en sus hogares, en refugios y en templos.
Las noticias de la destrucción y muerte en Ucrania que nos llegan cada día me duelen especialmente porque desde hace más de treinta años mantengo un vínculo afectivo con personas que conocí allí en circunstancias que ahora refiero.
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1988 – LA OBRA DE EUSEBIO SEMPERE Y LAS HUELLAS DE LA GUERRA EN KIEV
En mi función directiva de la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo recibía peticiones y propuestas de diversa naturaleza y de toda clase de colectivos. Una de ellas fue de colaboración para un intercambio cultural con Ucrania. Propuse y se aceptó que fuese la Colección Sempere de obra gráfica reunida por mí para la Obra Social la que pudiera exponerse en Kiev donde el artista era absolutamente desconocido. Para que la ciudad de Alicante estuviese representada en aquel acontecimiento propuse al Ayuntamiento de Alicante que participase y éste se sumó a la iniciativa. Esta muestra fue la primera individual que se realizaba en el extranjero desde la muerte del pintor alicantino.
Montamos la exposición en el Museo de Historia de la ciudad de Kiev, capital de la entonces República Socialista Soviética de Ucrania, inaugurándose el 23 de agosto de 1988. El Museo se encontraba en un lugar muy céntrico, al final de un gran paseo ajardinado, muy próximo al caudaloso río Dniéper. La Asociación Ucraniana de Amistad fue nuestra anfitriona. Se volcaron en ayudas los directivos del museo y los artistas plásticos ucranianos. La Asociación Ucraniana editó con los caracteres cirílicos de su lengua el catálogo de la obra gráfica que anteriormente les había enviado.
Fue un gran éxito. La inauguración –concurridísima- contó con la asistencia de representantes de los medios de comunicación en sus tres modalidades de prensa, radio y televisión. La importancia que se le concedió queda también reflejada en que hubo intervenciones inaugurales con frases de cálida acogida por parte de la directora del museo, de la Unión de Pintores de Ucrania, del Ministerio de Cultura de Ucrania, del Ayuntamiento de Kiev y el Viceministro de Enseñanza Superior y Media Especializada de la RSS de Ucrania.
Se percibía un gran interés por conocer y saber todo lo que fuese aportación cultural venida del exterior. En mi intervención procuré que quedasen patentes lazos de hermanamiento -tan afectuosos como los expresados por los anfitriones- en nombre de la ciudad de Alicante y de los españoles. Los titulares de la prensa de la capital ucraniana fueron “Primera exposición de vanguardia en Kiev” El entusiasmo era tal que los asistentes pedían que firmase los catálogos lo que hice en muchos casos dejando constancia de que lo hacía en honor y memoria de Sempere.
La expectación originó que en distintos momentos de la estancia fuese abordado por periodistas. Pocos días antes del viaje había recibido de la imprenta los primeros ejemplares de la biografía de Sempere, de la que era autor Fernando Soria, coordinada por mí y editada por la Obra Social. Me llevé varios ejemplares y organicé un acto paralelo de presentación del libro del que quedó un ejemplar en la biblioteca del museo. Curiosamente la presentación en Alicante con presencia del autor y de Abel Martín fue posterior.
Siendo uno de los fines de la Obra Social la difusión de la cultura, extendimos la acción llevando unas doscientas publicaciones en castellano, muchas de ellas relativas a Alicante o escritas por autores españoles. Se expusieron en el mismo museo y se donaron a los diferentes centros oficiales de estudios del castellano allí existentes que contaban con unos tres mil alumnos. La exposición se acompañó de proyecciones sobre Alicante y provincia.
Un joven y amable traductor, Slava, acompañante oficial desde mi llegada, me facilitó la comunicación y las orientaciones sobre la ciudad y otras zonas recorridas en calidad de Delegación Cultural Española. Los ucranianos mostraron interés por todo lo español.
Los ucranianos que conocí, tanto en actos oficiales como en otras ocasiones, fueron muy amables, de manifiesta tendencia afectiva. Visité mercados, salas de espectáculos, templos, un circo; conocí entre otros a ceramistas, pintores, artistas del folklore autóctono, periodistas, directores de museos de Kiev, Poltava y Gogolevo.
Una amabilísima guía que me acompañó en la visita a un grandísimo y bello parque ajardinado con paseos en una elevación contigua al río Dniéper, me informó que el suelo de aquel gran espacio era el cementerio de decenas de miles de muertos en la segunda guerra mundial. Me dijo “Sólo sobrevivió el siete por ciento de los varones adultos”. Me estremecí.
Estuve en la ciudad de Poltava y en la aldea de Gogolevo donde nació el escritor Nicolái Gógol, visité su Casa Museo y compartí mesa como invitado con los miembros de una modesta familia en una casa de madera con tan absoluta sencillez en todo como cálida acogida de sus miembros, desde el niño a la abuelita.
En Poltava conocí a un pope de la iglesia ortodoxa que tenía a su cargo un antiquísimo y pequeño templo dedicado monográficamente a la Santa Faz cuyo interior de paredes y techo de madera estaban totalmente cubiertos con numerosos iconos del Santo Rostro. Quedé tan sorprendido de aquel hallazgo como lo estuvo el pope al informarle que procedía de Alicante, una ciudad del levante español donde había otro templo en el que se veneraba una reliquia de la Santa Faz.
Visité el museo etnográfico y de arquitectura popular antigua situado al aire libre a unos once kilómetros de Kiev donde me atendió una señora dedicada a su cuidado que habitaba una de las casas de madera de siglos anteriores. Esta amabilísima mujer me dijo que en los años de la guerra civil española, siendo ella niña, quiso tener “un hermanito español”, uno de los miles de niños que exiliaron a Rusia, pero que sus padres no lo lograron. Al decirle que yo podría haber sido aquel niño se emocionó y me abrazó. Tras el libre recorrido por el paisaje y construcciones de aquel admirable museo, la señora me sorprendió esperándome en la salida y sacando de su recogido delantal un ramo de ofrenda y un sombrero artesanal de fibras naturales hecho por ella me los regaló visiblemente emocionada.
Aquella estancia en Ucrania fue para mí una gran experiencia en muchos aspectos, sobre todo por haberme permitido conocer a gentes esforzadas, laboriosas, respetuosas, acogedoras, inolvidables, que rememoro preguntándome qué será de ellas.
Tras mi regreso a Alicante el Presidente del Presidium de la Sociedad Ucraniana de Amistad me envió ejemplares de la prensa con noticias de la calurosa acogida a la exposición. En Alicante el períódico INFORMACIÓN tituló el acontecimiento “La obra de Eusebio Sempere conquista al público de Kiev” (8.9.1988).
LAS GUERRAS EN EL SER POÉTICO DE CLEMENCIA MIRÓ
Mis trabajos de investigación sobre personalidades alicantinas y sobre las guerras me acercan a la poetisa Clemencia Miró.
El artista sabe hallar, aun en las guerras, su poesía, lo mismo que de un muro derruido puede surgir
una flor silvestre, tan pura en su perfección.
Clemencia Miró
En Otoño de 1937, conmovida por el horror de la guerra y los numerosos combatientes muertos publicó un poema elegíaco en la revista Hora de España (editada en Barcelona en febrero de 1938):
“Oh, tierra, abre tus brazos / y a tu entraña vayan, / para nacer en bosques de silencio, / estos hijos que mueren en plena / sed de vida, en un ímpetu claro / de victoria, / No habrá bastantes campos / para labrar sus fosas / y recoger su sangre, / ni bastantes palabras y laureles, / todos son héroes y su angustia / pura, / Las aguas llevan su dolor y quejas, / toda la España huellas / de sus pasos, / y en cada roca queda hincado / un grito, y en cada valle / un cántico, / En estas noches claras, / recostadas en ancha paz idílica, / un frenesí de muerte se derrama, / acoge, madre-tierra estos soldados / y pide a las estrellas / la eternidad de sus lejanas lágrimas.”
Y en 1940, cuando Londres sufre bombardeos todos los días, escribe desde allí a su familia:
Londres tenía antes de la guerra su más perfecta aurora boreal de luces. Todas las noches yo me asomaba a mi ventana y contemplaba, sin saciarme, las flores luminosas violeta, verdes, blancas, naranja, celestes de la colina. Pero la claridad del día, también nos hace ver ahora nuevas sorpresas. Por ejemplo, esas transformaciones de los globos contra el peligro aéreo enemigo. Cuando el sol navega sin nubes los pequeños dirigibles son como gotas de mercurio. Al atardecer adquieren el aspecto de unas cabezas de toro infantilmente modeladas o son unos tiburones llenos de mansedumbre. Podríamos creernos en un festival chino donde las más estupendas cometas prolongan su alegría y la fantasía del pueblo en el espacio.
Los sacos de arena van ocultando los monumentos, los bajorrelieves, el delfín rizado de una fuente… Algunas tiendas del West End esconden sus escaparates tras un improvisado tapiz de madera pintada delicadamente de rosa, marfil o verde manzana, (hasta el escamoteo de las vitrinas está hecho aquí con elegancia), dejando una ventanita donde se ve una copa de plata, unas perlas desnudas, una sandalia de oro, unas rosas…
Sobre sus imponentes columnas, Nelson y el Duque de York, contemplan pensativamente la gran ciudad que desaparece en un camuflaje de niebla.
El ser poético que fue Clemencia Miró vivió la guerra como un fenómeno susceptible de dolor y a la par de belleza y esperanza.
Manuel Sánchez Monllor
25 diciembre 2022